La bandera olímpica ondea a media asta |
Los Juegos Olímpicos de Munich fueron testigos de la irrupción del terrorismo en el panorama olímpico. Los hechos acaecidos el 5 de septiembre de 1972 en la Villa Olímpica de Munich cambiarían para siempre la historia del olimpismo y se convertirían en una de las mayores infamias cometidas en el contexto de un evento deportivo.
El secuestro y posterior asesinato de once deportistas israelíes a manos de un comando de terroristas palestinos ha sido uno de los episodios más terribles que haya vivido jamás el mundo del deporte. Lo que sigue es el relato de unos hechos que conmocionaron al mundo y que propiciaron una espiral de violencia y dolor que duró años.
La decisión se había tomado en la primavera de 1966: Munich organizaría los Juegos Olímpicos de verano de 1972 tras derrotar con claridad en la votación final a Detroit, Montreal y Madrid. Treinta y seis años después de que Berlín fuera sede de unos Juegos instrumentalizados por el régimen nazi, el movimiento olímpico volvía a Alemania, que pretendía dar la imagen de un país moderno y pacífico.
El sábado 26 de agosto de 1972 tuvo lugar la ceremonia de inauguración en el espectacular estadio olímpico, uno de los grandes atractivos de aquellos Juegos. Aquella edición de 1972, que se denominaron <<The Happy Games>> iban a batir el récord de participación olímpica: 7.134 deportistas, de ellos 1.059 mujeres que representaron a 121 países.
El grupo terrorista Septiembre Negro sembró el terror en la Villa Olímpica |
Los primeros días de competición transcurrieron con normalidad. Fueron días marcados por el vibrante triunfo del finlandés Lasse Viren en los 10.000 metros, pero sobre todo por la impresionante exhibición de Mark Spitz, que conquistaría siete medallas de oro. Precisamente, al día siguiente de que el nadador norteamericano lograra su séptima y última medalla de oro sucedieron los hechos que conmocionaron al mundo entero.
La noche del 4 de septiembre los deportistas israelíes habían disfrutado de una salida por Munich. Fueron al teatro y a dar un paseo por la ciudad antes de regresar a la Villa Olímpica. Unas horas después, hacia las 4:30 de la madrugada del día 5, mientras todo el equipo israelí dormía, ocho miembros de la organización terrorista palestina Septiembre Negro escalaron la verja que rodea la Villa Olímpica. Iban vestidos con chándal, y llevaban bolsas de deporte en las que escondieron pistolas y granadas. Luego se supo que fueron ayudados a saltar la verja por componentes del equipo estadounidense, quienes pensaban que eran otros deportistas que, al igual que ellos, querían acceder furtivamente a sus apartamentos tras una noche de juerga.
Delegación Israelí en el desfile inaugural |
Los terroristas se dirigieron hacia el pabellón donde se alojaban los deportistas y entrenadores de Israel. El primero en percatarse de que algo extraño ocurría fue Moshé Weinberg, entrenador de lucha libre, quien oyó un ruido tras la puerta de una de las habitaciones. Al observar que alguien armado la abría ligeramente se abalanzó sobre la misma, dando un grito de alerta, mientras intentaba cerrarla forcejeando con los terroristas. Su valerosa acción permitió que nueve de sus compañeros tuvieran tiempo de despertarse y escapar por las ventanas. Gracias a él salvaron la vida. Weinberg murió acribillado, como también murió el halterófilo Yossef Romano, quien plantó cara a uno de los terroristas con un cuchillo de cocina. Los otros nueve integrantes de la delegación israelí fueron tomados como rehenes. Todo ocurrió en unos pocos minutos de desconcierto y terror.
A las 5:00 de la madrugada del día 5 la policía alemana ya estaba apostada en las afueras del edificio de la Villa Olímpica y recibía de primera mano las demandas de los secuestradores, quienes exigían la liberación de 234 palestinos presos en cárceles de Israel así como un avión que les trasladara a algún lugar seguro de Oriente Próximo. Además, impusieron un plazo: si en tres horas no se satisfacían sus demandas, ejecutarían a los rehenes. La respuesta del gobierno de Israel fue inmediata y contundente: no habría negociación.
La policía alemana, con ropa deportiva, tomo posiciones en la Villa Olímpica tras el secuestro |
Poco después se sabría que los ocho secuestradores eran fedayines palestinos de los campos de refugiados del Libano, Siria y Jordania. El jefe del comando era Luttif Afif, destacado miembro de la organización Septiembre Negro, dos de cuyos hermanos, pertenecientes también a este grupo terrorista, se encontraban en prisiones israelíes. Amanecía en Munich y el mundo entero se encontraba ya conmocionado por la noticia del secuestro de estos deportistas. Rápidamente se formó un gabinete de crisis en el gobierno alemán, bajo la dirección del canciller Willy Brandt y el Ministro del Interior Hans-Dietrich Genscher, quienes rechazaron el inmediato ofrecimiento por parte de Israel de enviar un grupo de fuerzas especiales de su país.
Los secuestradores ampliaron, de tres a cinco horas, el plazo para ejecutar a los rehenes. Mientras tanto, se intensificaron las negociaciones con las autoridades germanas, quienes ofrecieron una cantidad ilimitada de dinero a cambio de su libertad, pero aquellos seguían firmes en sus pretensiones: exigían la liberación de los compatriotas encarcelados en Israel.
Tras doce horas de tensión y de continuas negociaciones frustradas, empezaron a darse cuenta de que sus peticiones no iban a ser satisfechas. Entonces pidieron dos aviones para volar con los rehenes hacia El Cairo, esperando que allí se escucharan sus demandas. Las autoridades alemanas fingieron aceptar el acuerdo con la intención de tenderles una emboscada en el aeropuerto: allí les esperaría un avión que no podría volar y un grupo de francotiradores camuflados.
La bandera de Israel ondeó a media asta en Munich |
A las 22:10 de la noche del día 5 de septiembre, dos helicópteros transportaban a los terroristas y a sus rehenes a una base aérea próxima a Fürstenfeldbruck. Aterrizaron a las 22:30 en el aeródromo, en penumbra, donde un Boeing 727 de Lufthansa les esperaba en la pista de despegue. Tras más de media hora de extrema tensión, a las 23:03 horas dos terroristas bajan del helicóptero y caminan hacia el avión llevando como escudos humanos a dos de los rehenes. Al verlo vacío, sin tripulación, comprenden que se trata de una trampa, regresando precipitadamente hacia los helicópteros. Entonces, se encendieron todos los focos del aeropuerto y se dio la orden de abrir fuego contra los secuestradores.
De manera sorprendente, los cinco tiradores carecían de rifles de precisión, así como de sistemas de comunicación para coordinar el fuego. Se inició un caótico intercambio de tiros que acabó con la vida de dos de los terroristas y de un policía situado en la torre de control. El piloto de uno de los dos helicópteros logró escapar, pero no así los rehenes que permanecían en el interior de los aparatos, atados, brazos en alto, al techo. Al quedarse sin munición los tiradores, la situación se calmó durante unos minutos; minutos de tensa espera que terminaron en cuanto la policía alemana logró rearmarse. Entonces se volvió a exigir a los secuestradores la rendición. En ese momento comprendieron que era el fin… y decidieron morir matando.
Placa In Memoriam de los once atletas israelíes asesinados |
Uno de los secuestradores saltó del primer helicóptero lanzando una granada a su interior, donde permanecían cuatro deportistas israelíes y el piloto. Todos murieron en el acto. Otro, en el segundo helicóptero, usó su metralleta para acribillar a los cinco rehenes que estaban con él. En el tiroteo posterior, la policía abatió a tres terroristas palestinos y capturó a los otros tres que sobrevivieron. Era el punto y final a veinte horas de terror que dejaban como balance la muerte de once deportistas y entrenadores israelíes, cinco de los ocho secuestradores, un oficial de la Policía alemana y uno de los pilotos de los helicópteros. La tragedia, seguida en todo el mundo a través de la televisión, tendría graves consecuencias futuras.
De manera sorprendente, y a pesar de las numerosas voces que pidieron su suspensión, la competición olímpica siguió su curso casi con normalidad. Tan sólo las pruebas del 5 de septiembre –el día en que todo ocurrió- fueron aplazadas. Además, el destino quiso que los Juegos se reanudaran con las pruebas de halterofilia, entre cuyos participantes deberían haber estado tres de los asesinados.
"Los Juegos deben continuar". Avery Brundage. Presidente del CIO. Munich ,1972 |
El Comité Olímpico Internacional, con su presidente, el norteamericano Avery Brundage, al frente, argumentaron que los terroristas no podían condicionar la celebración de los Juegos. Al día siguiente se celebró en el estadio olímpico de Munich un memorial por los fallecidos al que asistieron 80.000 espectadores y 3.000 atletas. Durante su discurso, Brundage elogió la fuerza del movimiento olímpico pero no hizo ninguna referencia a los deportistas asesinados, lo que enojó a los israelíes y a otros muchos espectadores. El ataque fue ampliamente condenado en todo el mundo, con la única excepción de algunos países árabes, que también se negaron a que sus banderas ondearan a media asta en señal de duelo.
Los deportistas israelíes que lograron salvar la vida abandonaron inmediatamente Alemania, fuertemente protegidos por las fuerzas de seguridad. Egipto, Siria y Kuwait también retiraron a sus deportistas en señal de protesta por la masacre desatada por la policía alemana, pero los ecos de lo acaecido en Munich no se apagaron con el final de los Juegos Olímpicos ya que tuvieron consecuencias que se prolongarían durante años...
Artículos de referencia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Masacre_de_M%C3%BAnich
http://www.historiadeldeporte.es/pages/momentos/munich72.php
http://www.rtve.es/deportes/20120723/coi-homenajea-primera-vez-deportistas-israelies-asesinados-munich72/549623.shtml
Vídeos:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/programa/masacre-juegos-olimpicos-munich/68233/
https://www.youtube.com/watch?v=tz1dJXv9tlM
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